Aunque muchos manejamos de manera informal el
término Karma, trataremos de entenderlo desde el punto de vista del Budismo,
quizás un poco más formal y en profundidad.
En el Budismo el Karma se refiere a una instancia de
la ley universal de causalidad. Es decir, es una instancia particular de las
leyes causales que operan en el universo, donde las cosas y acontecimientos
llegan a ser a consecuencia de la combinación de causas y condiciones.
En tanto que elemento integrante de dicha ley, su
importancia radica precisamente en que implica una acción intencional y, por lo
tanto, un agente. El proceso causan natural que opera en el universo no puede
llamase kármico cuando no existe atente alguno que lleve a cabo la acción.
Para que un proceso causal reciba tal apelativo debe
implicar un sujeto cuya intención a una acción particular. Este mecanismo específico
de causalidad es, en definitiva, el karma.
Dentro del ámbito específico de la acción kármica
podemos distinguir tres tipos distintos de acciones que generan sus
correspondientes efectos:
- Las que producen sufrimiento y dolor son
generalmente consideradas negativas o no virtuosas.
- Las que provocan consecuencias positivas o
deseables –por ejemplo, experiencias de alegría y felicidad- son
consideradas acciones positivas y virtuosas.
- La tercera categoría incluye las que conducen a
experiencias de ecuanimidad o sentimientos neutrales, y son consideradas
acciones neutrales, es decir, ni positivas ni negativas.
En opinión del Dalai Lama, las acciones de todos los
que practican el budismo debería ser las terceras.
¡Feliz martes!